Solo conozco el
sufrimiento de los padres y hermanos al ver partir a sus hijos y hermanos, esa
parte de la que muy pocos hablan y que parece insignificante; el lado
sentimental de la separación de uno o más miembros de una familia.
Y es que la inmigración se ha convertido en la principal
causa de la ruptura de los vínculos familiares; desde el hecho de que la
persona que parte se ve, prácticamente, obligada a buscar un futuro mejor,
lejos del seno familiar, e inicia con su aventura una vida completamente
distinta e independiente, donde está obligado a “madurar” a punta de golpes de
la vida, no teniendo ya la orientación y apoyo de su familia; experiencia que
le obliga a enfrentar los retos de esta vida por sí mismo en un mundo
completamente desconocido.
Por la otra parte, la familia que queda en casa, pierde un
nuevo bastión en el cual apoyarse; el padre pierde un hijo, con el cual solo se
relacionará a partir de ahora vía telefónica o por internet, del cual esperará
tener noticias de cada paso que da, y será imposible; muchas veces esta
situación viene acompañada de frustración para los padres, por sentir que no
han podido darle a sus hijos la vida que hubiesen querido. Para los demás
miembros de la familia el sufrimiento es igual, se pierde un apoyo, un compañero,
un amigo… el cual poco a poco, la mayoría de las veces, irá relacionándose cada
día menos, cambiando su estilo de vida de tal forma que llegará el tiempo en
que lo único que sabrán de él es que les ha enviado la ayuda económica que ha
prometido.
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