Era, como dije antes, de esas personas que te hacen creer que vale la pena luchar ante los problemas, no importa cómo ni dónde, porque él viajaba a "la montaña" a trabajar en los cortes de café y en cuanto trabajo le fuera posible. Me hacía pensar que cuando uno es responsable como hombre, como persona, no hay limitante que te obligue a dejar de serlo.
De pronto dejó de llegar, se esfumó, se perdió por completo del pueblo; pensé que, probablemente, estaba trabajando en la montaña y que había encontrado algún trabajo más estable; cuál fue mi susto encontrarlo un día recostado en una acera, terriblemente borracho, completamente irreconocible. Con una mirada perdida y triste me quedó mirando y me dijo: "Pelón, ando hecho mierda, regalame cinco pesos"; me quedé atónito y le pregunté qué le había pasado.
Me contó que había tenido un problema y sin darse cuenta empezó a beber, no supo cuando pasó de beber unos tragos a convertirse en lo que yo estaba viendo. Intenté alentarlo a que dejara eso, que se fuera para su casa y buscara como reponerse, pues él era un hombre que podía salir adelante.
Hoy lo volví a encontrar, peor aún... totalmente destruido, con una botella de guaro barato en la bolsa trasera del pantalón y un tarro de pega en la mano izquierda, me quedó viendo, como intentando reconocerme, sin embargo, no atinó a decir más que un "oe pelón, todo tranquilo".
Pasó de largo y me quedé pensando el porqué personas que a veces lucen tan fuertes, alegres y decididas llegan a ser vencidas por los vicios; de cómo el licor puede destruir al más fuerte, de cómo la vida da vueltas y si no mantenemos nuestro enfoque y empeño por luchar a diario nos podemos convertir en alguien que nunca pensamos.
Supongo que al final cobra sentido el dicho: "el guaro es para los hombres muy hombres.
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